CAPÍTULO IV
PÚBLICO, PÚBLICOS, OPINIÓN PÚBLICA Y OPINIÓN
PUBLICADA
4.1. Sobre el concepto de público y el público
En este capítulo resulta pertinente analizar la relación existente entre público y
el público. Estos vocablos, adquieren también varios sentidos, significaciones y
resemantizaciones, y son determinantes para la comprensión del fenómeno
social de la opinión pública.
Tal como se señaló, la ambigüedad del término opinión pública, según algunos
autores, deviene de estos varios sentidos sobre el concepto de público. La
interpretación de público demostró ser al menos tan difícil como la de opinión.
Tal como afirmaba Habermas, “el uso de público y lo público muestra una
multiplicidad de sentidos distintos” (Habermas, 1982, p. 13). De acuerdo con
Noelle-Neumann, la primera acepción del concepto de público se relaciona con
la palabra apertura. En este sentido, público significa lo abierto a todo el mundo,
por ejemplo, un lugar público, un camino público; público es un lugar general
que nos pertenece a todos y a nadie. En este sentido, público sería sinónimo de
abierto a todos (plaza pública, lugar público, juicio público, espacio público,
calle pública, entre otras) y que está en contraste con la esfera privada que,
según Neolle-Neumann, es algo distinguido o apartado como propio. Un
segundo significado es aquel que desarrolla los conceptos de derechos
públicos y poder público. En este caso, público denota alguna implicación del
Estado. Según este segundo uso, público está relacionado con los intereses
públicos como se expresa, por ejemplo, en la frase responsabilidad pública de
los comunicadores. Esto significa que se trata de asuntos o problemas que nos
atañen a todos, relacionados con el bienestar general. “Los Estados basan el
uso legal de la fuerza en este principio: el individuo ha cedido a los órganos del
Estado la posibilidad de aplicar la fuerza. El Estado tiene el monopolio del uso
de la fuerza” (Noelle -Neumann, 1995, p. 87). El tercer sentido de público podría
caracterizarse como psicosociológico. El individuo no vive sólo en ese espacio
interior en el que piensa y siente. Su vida también está vuelta hacia fuera, no
sólo hacia las otras personas, sino también hacia la colectividad como un todo.
¿Qué es eso que se expone continuamente al individuo y le exige que
atienda a la dimensión social de su medio? Es al asilamiento, a la mala
fama, a la impopularidad; es la necesidad de consenso. Esto hace que la
persona desee prestar atención al entorno y se vuelva así consciente del ojo
público. Los individuos corrientes siempre saben si están expuestos a u
ocultos de la visión pública, y se comportan en consecuencia (Noelle-
Neumann, 1995, p. 87).
Pero además de la acepción de público como sinónimo de espacio público, o
concerniente al Estado o propio de la relación del individuo con su entorno, la
palabra público tiene otros significados, los cuales cambian por la simple
utilización de un artículo que la defina por el contexto donde se utilice. Una
cosa es lo público y otra cosa bien distinta es el público. Vincent Price señala
que: Se presta igualmente una especial atención al concepto de asunto
público, singularmente a la forma en que el público, como una entidad social en
desarrollo, se forma, teóricamente, a través del tiempo, por medio de
argumentos espontáneos, la discusión y la oposición colectiva respecto a un
asunto (Price, 1994, p. 40).
Para Young, público significa gente, y este primer significado se ha
generalizado hasta llegar a comprender la totalidad de los miembros de una
comunidad, nación o sociedad.
Sin embargo, el público, a diferencia de la muchedumbre, multitud o masa,
cuyos miembros se encuentran presentes unos juntos a otros, el público, si
bien constituye un grupo psicológico en sentido estricto, es amorfo y su
polarización adquiere un carácter diferente. El público no se mantiene unido
por medio de contactos cara a cara y hombro a hombro; se trata de un
número de personas dispersas en el espacio, que reacciona ante un
estímulo común, proporcionado por medios de comunicación indirectos y
mecánicos. A decir verdad, el público, como grupo efímero y disperso en el
espacio, es la criatura engendrada por nuestros notables medios mecánicos
de comunicación (Young, 1963, p. 496).
Esta propuesta de Young tiene la ventaja de diferenciar entre público y masa y
público y multitud. Esta claridad resulta relevante, sobre todo cuando el público
se considera como “un número de personas dispersas que reacciona ente un
estímulo común, es decir, que tiene un foco común de interés que constituye su
nexo virtual. Este nexo -que en el caso de la opinión pública constituye la
posición común de tales personas ante un asunto de interés público- tiene sus
connotados agentes en los medios de difusión masiva que ya no sólo trabajan
mecánicamente, sino sobre todo electrónicamente” (Gómez, 1982, p. 102).
4.2. Público, masa y multitud
Si consideramos que la teoría psicosocial es una de las que más aporta a la
comprensión del concepto de el público, entonces es pertinente señalar que
fue la psicología la que por primera vez planteó la relación existente entre
público, masa y multitud, conceptos ampliamente diferenciados en lo teórico,
pero que se prestan a confusión en la práctica.
Los públicos están compuestos por personas que no están siempre en relación
cara a cara, pero que manifiestan intereses similares o que están expuestas a
estímulos semejantes, aunque más o menos distantes. “Público es, entonces,
aquella pluralidad de personas que constituyen el soporte de la opinión pública.
A diferencia de otras pluralidades, como masa, muchedumbre o multitud, este
término incorpora implícitamente, valoraciones positivas” (Rovigatti, 1981, p.
130).
En este sentido, cobra importancia nuestra tesis, planteada en las aulas de
clase, de que sólo es posible hablar de opinión pública cuando se ha definido
un público concreto o cuando se ha formado un público con espíritu y vocación
comunitaria o, para expresarlo en otras palabras, sólo el público es portador de
opinión pública. Por ello, “cuando el público deja de ser crítico –sentencia R. E.
Park–, se disuelve o se transforma en multitud” (Price, 1994, p. 84).
Entre las características del público se encuentran la posibilidad del desacuerdo, del
disenso y de plantear diferencias con otros, según sus propios intereses.
La multitud, concepto que se ha considerado por tradición como despectivo,
constituye una significación totalmente distinta al compararse con el concepto
de público. Sin embargo, es preciso anotar que hay autores que persisten en
hallar diferencias entre estos dos términos, en lugar de buscar sus similitudes.
Por razones de equilibrio en la información, he decidido esbozar los dos lados
de la moneda a fin de que sea el lector el que encuentre los diferentes matices
de grises.
R. E. Park, citado por Vincent Price, considera que la multitud y el público son,
fundamentalmente, similares en un aspecto clave: “ambos son mecanismos de
adaptación social y cambio, formas sociales transitorias utilizadas por grupos
sociales para transformase en nuevas organizaciones”. (Price, 1994, p. 42). El
mismo Park señaló que “el público y la multitud pueden servir como caminos
iniciales para la creación de entidades sociales totalmente nuevas -en otras
palabras- métodos por los que personas de diferentes grupos establecidos
pueden organizarse en grupos nuevos” (Park, 1972, p. 79). Tanto la multitud
como el grupo son dominados por una especie de fuerza colectiva, o voluntad
general, pero se trata de una fuerza que aún no ha asumido el estatus de
norma social clara. “La multitud y el público no son grupos formalmente
organizados, sino un estado preliminar empírico en el proceso de formación de
un grupo” (Park, 1972, p. 44).
La diferencia existente entre pueblo y multitud ha sido objeto de análisis por
parte de filósofos, entre ellos Hobbes y Spinoza, y en el centro está la reflexión
sobre la esfera pública contemporánea. Esta dicotomía ha estado en el centro
de las controversias prácticas sobre la fundación del Estado centralizado-
moderno. Ambos conceptos en pugna jugaron un papel determinante en las
definiciones de las categorías sociopolíticas de la Modernidad. En esta pugna,
fue la multitud la que perdió. Sin embargo, cabe preguntare si hoy no se ha
reabierto la discusión, máxime que la teoría política de la Modernidad afronta
una crisis, y los partidos políticos carecen de ideología.
Para Spinoza, la multitud representa una pluralidad que persiste como tal en la
escena pública, en la acción colectiva, en la atención de los asuntos comunes.
La multitud es una forma de existencia política y social de los muchos en cuanto
muchos; es una forma permanente, no episódica. Por su parte, Hobbes tiene
una postura en contra de la multitud. La multitud, dice, rehúye de la unidad
política, se opone a la obediencia, no acepta pactos duraderos, no alcanza
jamás el estatus de persona jurídica, pues nunca transfiere sus derechos
naturales al soberano. La multitud está imposibilitada de efectuar esta
transferencia por su modo de ser, por su carácter plural y de actuar. La multitud
es anti-estatal y anti-popular. “Los ciudadanos, en tanto se rebelen contra del
Estado, son la multitud contra el pueblo”. El antagonismo político decisivo es
aquel entre la multitud y el pueblo. La esfera pública moderna tiene como centro
de gravedad a uno u otro. El concepto de Hobbes sobre pueblo está
estrechamente asociado a la existencia del Estado. “El pueblo es un uno,
porque tiene una única voluntad y a quien se le puede atribuir una voluntad
única”. El antagonismo en Hobbes es llevado a todo su extremo: “si pueblo,
nada de multitud; si multitud, nada de pueblo”. Para Hobbes y los defensores
de la soberanía estatal del siglo XVI, la multitud es un concepto límite,
puramente negativo y que coincide con los riesgos que amenazan al estatismo;
la multitud es aquello que no ha aceptado el devenir pueblo, en tanto contradice
virtualmente el monopolio estatal de la decisión política, es decir, una
reaparición del estado de naturaleza en la sociedad civil.
De otro lado, y ahondando en el campo de las diferencias entre la multitud y el
público, y para utilizar la técnica de los paralelos, se establece que la multitud
está marcada por la unidad de experiencia emocional, mientras que el público
está marcado por la oposición y el discurso racional; la multitud se desarrolla
como respuesta a emociones compartidas, el público se organiza en respuesta
a un asunto; ingresar a la multitud requiere únicamente la capacidad de sentir y
tener empatía, mientras que unirse al público requiere también la capacidad de
pensar y razonar con otros. De acuerdo con Park, “la conducta del público
puede -al menos parcialmente- guiarse por una campaña emocional compartida, pero cuando el público deja de ser crítico, se disuelve o se
transforma en multitud”(Park, 1972, p. 80).
El trabajo de Antonio Negri y Michael Hardt sobre la multitud resulta relevante
en esta parte del análisis, toda vez que estos autores, contrario al paradigma
dominante, indican que la multitud se compone de un conjunto de
singularidades (sujeto social) cuya diferencia no puede reducirse a uniformidad.
La multitud -como sujeto social- es activa, ya que actúa partiendo de lo
común, de lo compartido por esas singularidades. La multitud es un sujeto
social internamente diferente y múltiple, cuya constitución y cuya acción no se
fundan en la identidad no en la unidad -ni mucho menos en la indiferenciación-
sino en lo que hay en común (Negri y Hardt, 2004, p. 128). Pero quizás el
aporte más relevante de estos autores consiste en señalar que “la multitud -
aunque siga siendo múltiple e internamente diferente- es capaz de actuar en
común y -por lo tanto- regirse a sí misma, gobernarse a sí misma” (Negri y
Hardt, 2004, p. 128).
La multitud ha de formar un cuerpo que permanezca siempre y necesariamente
como una composición abierta y plural. Para Negri y Hardt, la multitud no es
una mera multiplicidad fragmentada y dispersa; la multitud está integrada al
cuerpo político global del capital, dividida geográficamente por jerarquía de
trabajo y de riqueza, y regida por una estructura de múltiples niveles que
incluye los poderes económico, jurídico y político (Negri y Hardt, 2004, p. 224).
La multitud no es una como el pueblo, ni indiferenciada como las masas; la
multitud engloba lo diverso, pero es global. Así, el imperio del que hablan Negri
y Hardt sería la soberanía que se está creando con la globalización, que abarca
lo económico, político, social, cultural y militar, mientras que la multitud sería la
clase global que sustenta al imperio y lo desborda. Bajo esta premisa, el
imperio es al capital con sus estructuras económicas, como la multitud es al
proletariado. La multitud como clase se define por el proyecto político que la
sustenta, es decir, por la democracia.
La multitud está compuesta por innumerables diferencias internas que nunca
podrán ser reducidas a una unidad o una única identidad: diferentes culturas,
razas, etnias, géneros y orientaciones sexuales; diferentes formas de trabajo;
diferentes modos de vivir; diferentes visiones del mundo; y diferentes deseos.
La multitud es una multiplicidad de todas estas diferencias singulares. El
desafío que impone el concepto de multitud es el de una multiplicidad social
que tiende a comunicarse y actuar en común, conservando las diferencias
internas.
De acuerdo con el trabajo de Negri y Hardt, dos características de la multitud
dejan en claro su contribución a la posibilidad de la democracia actual. La
primera puede ser denominada por su aspecto económico. En la medida en que
la multitud no es una identidad, como el pueblo, ni uniforme, como las masas,
las diferencias internas de la multitud deben descubrir lo común que les permite
comunicarse y actuar juntas. Lo común, de hecho, no es tanto descubierto
como producido1.
La producción de lo común tiende hoy a ser central a cada forma de producción
social, y representa la característica primaria de las nuevas formas dominantes
del trabajo. Debido a razones económicas, el trabajo tiende a crear y estar
inmerso en redes cooperativas y comunicativas. Cualquiera que trabaje con
información o conocimiento se basa en el conocimiento común que le llega de
otros, y, a su turno, crea nuevo conocimiento común. Esto, dicen Negri y Hardt,
es especialmente cierto para todo trabajo que cree proyectos inmateriales,
incluyendo ideas, imágenes, afectos y relaciones. A este nuevo modelo
dominante lo denominan producción biopolítica, para subrayar que no sólo
involucra la producción de bienes materiales en un sentido estrictamente
económico, sino que también involucra y produce todas las facetas de la vida
social, económica, cultural y política. Esta producción biopolítica y su expansión
desde lo común es uno de los pilares más fuertes en los que se afirma la
posibilidad actual de la democracia global.
1 Los autores se resisten a llamar a esto los comunes porque dicho término se refiere a
espacios compartidos precapitalistas que fueron destruidos por el advenimiento de la propiedad
privada. Aunque más torpe, “lo común” subraya el contenido filosófico del término y enfatiza que
no se trata de un retorno al pasado, sino de un nuevo desarrollo
La segunda característica de la multitud, muy importante para la democracia, es
que aquélla está cada vez más organizada políticamente hablando. Lo común a
estas organizaciones políticas, que incluyen a aquellas de carácter
revolucionario y de resistencia, es que tienden no sólo a ser un medio para
alcanzar una sociedad democrática, sino a crear relaciones democráticas
dentro de la estructura organizacional.
Pese a estas características y al acercamiento al concepto de multitud bajo una
mirada más positiva, el lenguaje filosófico y el común no logran una definición
unívoca frente al concepto en sí. En una entrevista con el sociólogo argentino
Atilio Borón, concedida a Paul Walter y publicada en la revista “Punto Final”, se
afirma que “la multitud es un fenómeno por definición efímero, fugaz, a pesar de
lo cual algunos análisis profundamente equivocados de la Izquierda han
elevado a la multitud como la nueva fuerza que derribará el capitalismo. Eso no
tiene ningún fundamento serio, por lo menos desde una perspectiva marxista de
la realidad”. (Borón, 2005). En la entrevista, se agrega, lo siguiente: “Lo que
hemos visto en Latinoamérica son fenómenos multitudinarios que derrumban
gobiernos pero, precisamente, por la debilidad constitutiva, sociológica de la
multitud, son incapaces de cambiar la historia. Se derriba un gobierno para que
la historia sea exactamente la misma” (Borón, 2005).
De otro lado, es Blumer quien amplía la relación entre multitud y público.
Blumer propuso que el término público se utilice para referirse a un grupo de
gente que está: a) enfrentado por un asunto, b) se encuentra dividido en su idea
de cómo enfocar el asunto y c) aborda la discusión del asunto.
Como la multitud, el público carece de los rasgos característicos de una
sociedad, y sus miembros no tienen papeles de estatus fijos. El público es
una especie de grupo amorfo cuyo tamaño y número de miembros varía
según el asunto; en vez de tener una actividad prescrita, se empeña en un
esfuerzo para llegar a una acción, y en consecuencia se ve forzado a crear
su acción (Blumer, 1946, p. 190).
Dado que la discusión se ha planteado en términos de una tríada, es decir,
entre público, masa y multitud, es necesario abordar el concepto de masa en su
relación con el público.
Tanto para Park como para Blumer, el público, bajo condiciones de excitación
emocional común, podría transformarse en una multitud, dando lugar a un
sentimiento público más que a una opinión pública. Sin embargo, en los
tiempos actuales, el peligro de que el público se convierta en multitud es menos
inquietante que el peligro de que pueda verse desplazado por las masas. De allí
que sea necesario plantear las diferencias entre el público y la masa y, a su
vez, con la multitud. “La masa se compone de individuos anónimos y se
distingue por tener una interacción y comunicación entre sus miembros
realmente muy pequeña. Es extremadamente heterogénea, e incluye personas
de todos los estratos de la sociedad y de todas las profesiones” (Blumer, 1946,
p. 185). La masa es muy dispersa geográficamente y sus miembros son
incapaces de actuar de manera concertada. La masa constituye un hecho
psicológico y no implica, necesariamente, que las personas aparezcan en
aglomeración. Para Baudrillard, la masa es una reunión en el vacío de
partículas individuales, de desechos de lo social y de impulsos mediáticos; está
constituida por seres sin atributos, sin cualidades, sin referencia. La masa es el
todo o la nada; es la definición y la indefinición.
Lo que une a las masas no es la emoción, como en la multitud, ni el desacuerdo
o la discusión, como en el público, sino un foco de interés común o atención,
algo que atrae a la gente fuera de los límites de su experiencia.
El objeto de interés de las masas consiste en atraer la atención de la gente
fuera de su cultura local y su esfera vital, dirigiéndola hacia un universo más
amplio, hacia áreas que no están definidas o cubiertas por reglas,
regulaciones o expectativas (Blumer, 1942, p. 186).
El propio Blumer agregaría que “la masa consiste meramente en un conjunto de
individuos que son diferentes, independientes, anónimos y que actúan en
respuesta a sus propias necesidades” (Blumer, 1942, pp. 186-187).
Una turba o masa concreta puede surgir de la descarga de una tensión
existente entre el consenso y un individuo o una minoría que se oponga a unas
normas inflexibles, unas reacciones instintivas o la adopción de nuevos
sistemas de valores. “La masa espontánea refleja así la naturaleza noble de la
opinión pública: sus efectos se ejercen tanto hacia arriba como hacia abajo.
Puede atacar tanto a instituciones o gobiernos cuyos principios o
comportamiento hayan contradicho el consenso, como a los que no accedan a
una exigencia de cambio” (Noelle-Neumann, 1995, p. 150).
Del trabajo de Noelle-Neumann se deduce que existen diferentes tipos de
masa. La primera corresponde a la masa concreta, que puede utilizarse como
recurso estratégico para acelerar la difusión de nuevas ideas.
En el curso normal de los acontecimientos hace falta un tiempo muy largo
para que los individuos independientes de una masa dispersa acepten una
idea nueva. Si se consigue organizar a los individuos en una masa concreta
que favorezca la nueva idea, el proceso de cambio voluntario se acelerará
porque la masa demuestra que la idea puede apoyarse en público sin riesgo
de aislamiento (Noelle-Neumann, 1995, pp. 149-150).
La masa temporal, por su parte, es un fenómeno típico de los períodos
revolucionarios. Por lo tanto, dice Noelle-Neumann, la masa concreta puede
servir como una clase enormemente intensificada de opinión pública.
En una masa abstracta o latente existe, a diferencia de la masa concreta,
una reciprocidad de pensamiento y sentimiento que no es específica de un
lugar, sino que produce condiciones favorables para el surgimiento de una
masa concreta (Noelle-Neumann, 1995, p. 150).
En la parte de las conclusiones sobre el análisis de la opinión pública y la
psicología de masas, Noelle -Neumann señala lo siguiente:
Las masas abstractas, latentes, y las masas concretas, efectivas, siguen
leyes diferentes. En el primer caso se componen de personas con miedo al
aislamiento; en el segundo, carecen de ese temor. La sensación de
reciprocidad es tan penetrante en la masa concreta, que los individuos ya no
necesitan asegurarse de cómo tienen que hablar o actuar. En una unión tan
densa son posibles incluso cambios dramáticos (Noelle-Neumann, 1995, p.
152).
La visibilidad política de las masas va a responder también a la formación de
una cultura popular de masa: los dispositivos de la massmediación articulan los
movimientos de lo público a las tecnologías de la fábrica y del periódico, al
mismo tiempo que la aparición de la rotativa, gracias a la cual se amplía el
número de ejemplares impresos, abarata los costos y reorienta la prensa hacia
el gran público.
La publicidad, en el sentido habermasiano, va a conectar entonces dos
discursos: el de la prensa que ensambla lo privado en lo público, a través del
debate entre las ideologías y la lucha por la hegemonía cultural; y el de la
propaganda comercial que difunde las intenciones y los intereses privados.
La sociedad actual, por razones de las lógicas del mercado y de consumo, ha
tornado todo en masivo. La sociedad capitalista, sea especulativa financiera
(como es el caso del capitalismo de los Estados Unidos) o industrial (que
lideran Japón, Alemania y los países escandinavos), ha magnificado el
concepto de masa y masivo. No gratuitamente se habla de sociedad de masas
y de los mal llamados medios masivos de comunicación2.
El creciente desarraigo de la gente con respecto a la vida local, la
multiplicidad de asuntos públicos, la expansión de las agencias de
comunicación junto con otros factores, ha conducido a las personas a actuar
cada vez más por selección individual, más que participando en una
discusión pública. El público y la masa estarán cada vez más
entremezclados y serán más difíciles de diferenciar (Blumer, 1942, p. 196).
2 Digo mal llamados medios masivos de comunicación no por lo de masivo que significa amplio,
genérico, abierto, sino por lo de comunicación, puesto que estos medios no comunican,
informan que es bien distinto.
La afirmación de que el público y la masa estarán cada vez más
entremezclados se ha hecho evidente, sobre todo, en un mundo que pretende
globalizar, otros prefieren hablar de mundializar, todas sus acciones y, entre
ellas, globalizar los mensajes que se hacen llegar, de manera indistinta, al
público o a la masa. La opinión pública parece haber cedido el paso a privilegiar
la información que circula en los medios, bajo el parámetro de lo masivo y no de
el público, particularizado y singular.
El modelo de comunicación colectiva de Maletzke establece una relación
interesante para entender la psicología de la comunicación de masas y, en
particular, los procesos de comunicación colectiva. Maletzke explicó las
influencias que generan las presiones particulares que ejercen las condiciones
psico-sociales sobre el proceso comunicacional, es decir, sobre el emisor
(comunicador), perceptor, mensaje y medio.
Bajo el concepto de comunicación, en su sentido más amplio debe
entenderse el hecho fundamental de que los seres vivientes se hallan en
unión con el mundo. Pero en general, en el lenguaje científico, se suele
estrechar el concepto al hecho de que los seres vivientes se hallan en
relación entre sí, de que pueden comunicar y de que son capaces de
expresar el proceso y situaciones interiores y dar a conocer, a las otras
criaturas, las circunstancias o también animarlas a un comportamiento
específico (Maletzke, 1976, p. 20).
El trabajo de Maletzke comprende un sinnúmero de temas, tales como la
comunicación interpersonal, la reciprocidad en la comunicación, la masa, las
diferencias entre comunicación pública y privada, los medios, los mensajes, los
grupos, para llegar a su idea de los efectos. Precisamente, en el campo de los
efectos, señala que éstos se dan en el campo del comportamiento, el saber, las
opiniones y actitudes, la órbita emocional, y las esferas profundas de lo
psíquico.
Debe entenderse el campo de las relaciones de la comunicación como un
sistema dinámico complicado de dependencias e interdependencias de los
factores participantes. Un modelo esquemático, pues, habrá de representar visiblemente la estructura fundamental de este campo, para servir, luego a
nuestra investigación posterior de base sistémica (Maletzke, 1976, p. 52).
Maletzke señala tres elementos clave para consolidar su modelo: la imagen
recíproca entre receptor y comunicador, el grado de credibilidad y el feedback
espontáneo del receptor. El primero implica la existencia de una especie de
receptor imaginario o modelo de receptor construido por el comunicador, y un
emisor imaginario o conocido que construye el receptor. El segundo elemento
corresponde al medio y a la identificación del receptor con el comunicador y el
tercero nace de la dificultad de feedback que se presenta en la comunicación
colectiva.
Fuente: Sánchez Zuluaga, Uriel Hernando. “Modelos y esquemas de comunicación. Algunos
acercamientos”. Sello Editorial Universidad de Medellín. Segunda edición. 2006.
En términos generales, este modelo plantea la imposibilidad de estudiar los
procesos de la comunicación colectiva desde elementos fragmentados y
propone, más bien, un análisis de la comunicación como un proceso psico-
social complejo.
La sociedad de masas, también conocida como sociedad industrial o sociedad
de la información, se caracteriza por tener altos índices demográficos, por lo
que se habla de fenómenos de masas; por un alto nivel de privatización de la
vida pública, y por un elevado nivel de vida urbana que contradice la realidad
rural que le es propia a varios países. El individuo como ser particular y singular
es absorbido por la masa, su personalidad se masifica y su nivel de aislamiento
se acentúa. En la sociedad de masas no hay contacto personal entre los seres
humanos. La comunicación directa (cara-cara) es desplazada por una amplia
red de medios masivos de comunicación: la comunicación se masifica. Los mal
llamados medios masivos de comunicación se dirigen a los públicos y no a las
personas. Sus mensajes son estandarizados y uniformados y, por ello, son
planos, lineales, sin brillo. En una sociedad masiva, la información prima sobre
la comunicación3. De modo que las personas, al carecer de información
personalizada, optan por aislarse de los contextos donde se mueven y acallar
sus opiniones en torno a lo cotidiano, pues son las elites de poder,
representadas en los políticos, los funcionarios públicos, los voceros de los
gremios económicos y los periodistas de los grandes medios de información,
las que actualizan las opiniones que deben acoger las mayorías. Las opiniones
que surgen de las orientaciones de los mal llamados medios masivos de
comunicación son opiniones impersonales, simples y estereotipadas.
El individuo tiende a carecer de opinión personal y más bien trata de
sumergirse en alguna de las grandes corrientes de opinión pública. Es decir,
masificada la información social, la opinión también resulta masificada, y la
persona desprovista de los elementos esenciales de la opinión es cada vez
más inducida a pensar y actuar como integrante de la masa; y no como
ciudadano libre, autónomo y consciente (Gómez, 1982, p. 187).
El hombre es considerado como masa y, al serlo, entonces, implica que sea
influenciable, manipulable. El hombre cuando se masifica, adquiere la condición
3 Por sus etimologías, la información y la comunicación están bien diferenciadas. Informar
significa “dar forma”, mientras que Comunicar significa “poner en común”. Sin embargo, la
sociedad de masas o sociedad de la información confunde los conceptos o los aplica
indistintamente. De allí que el papel de la Academia sea insistir en la distinción de ambos
vocablos y en cuestionar –tal como lo expresa el profesor Uriel Sánchez Zuluaga de la Facultad
de Comunicación de la Universidad de Medellín -Colombia- que “estamos más mediados que
comunicados”.
de un ser que no se valora a sí mismo. Al decir de Ortega y Gasset en el texto
“La rebelión de las masas”: “El hombre-masa se caracteriza por su narcisismo y
es como una boya que va a la deriva” (Ortega y Gasset, 1983, p. 158).
Lo contrario sería el ciudadano bien informado, deliberante y participante de los
asuntos que lo afectan. “El hombre masificado es tierra abonada para los
regímenes autocráticos; en cambio, el ciudadano libre y consciente es la piedra
angular del sistema democrático” (Gómez, 1982, p. 187).
Por ello, es la democracia esencia de la opinión y de la opinión pública, ya que
es en aquélla en donde los ciudadanos eligen libremente a sus gobiernos,
sujetándose éstos y aquéllos a un orden jurídico común que se halla por encima
de la voluntad de ambos. El pueblo, máximo soberano, se definiría como la
sumatoria de individualidades pensantes que optan, de acuerdo con la
evaluación personal de sus intereses, por una u otra alternativa de
administración para el Estado común.
El pueblo no sería una masa no pensante, sino que estaría constituido por
cerebros que se agrupan de acuerdo con el libre juego de intereses e ideas. El
pueblo está protegido por las normas del Estado de derecho, y la elite gobierna
bajo la autoridad de la ley y bajo la figura de la democracia representativa.
Sin embargo, en las autocracias y en los regímenes anormales o aquellos
constitucionales, con mecanismos de excepción, y donde no rige el Estado de
derecho, el concepto de pueblo, antes referenciado, es reemplazado por el de
masa.
La masa, a diferencia del pueblo, no es la suma aritmética de
individualidades pensantes, sino, como su nombre lo indica, un conjunto
amorfo, una mezcolanza indiferenciada de personas que, a semejanza de lo
que ocurre con las manadas, sigue un rumbo ciego no determinado por el
raciocinio sino por instintos más rudimentarios (Mira, 2006, p. 76).
Cuando la masa quiera gobernar, lo hace sin rumbo alguno y atenta contra la
democracia misma que dice defender o que dice admitir como garante de dicho
poder. De allí que sea fácilmente manipulable por las elites en la democracia
representativa.
La masa no se conforma con ser masa: quiere gobernar por sí. Para hacerlo
no admite que debe mejorar su condición. Quiere gobernar tal como es,
quiere que el gobierno sea el gobierno de la masa. Cuando la masa –no
formada, no instruida, no preparada– se instala en el gobierno, arremete
contra varios de los cimientos de las democracias clásicas (Mira, 2006, p.
78).
Las masas también contrastan con el pueblo porque tampoco pueden ser
reducidas a una unidad o identidad. Las masas, como lo hemos reiterado, están
compuestas de todo tipo y clase de individuos; su esencia es la indiferencia y
en ella caben todos los matices de grises de una sociedad. Las masas son
capaces de moverse al unísono sólo porque forman un conglomerado indistinto
y uniforme.
De acuerdo con el trabajo de C. Wright Mills, las condiciones modernas
aparecen más favorables a la masa que a la opinión pública, por cuatro razones
básicas:
En una masa, a) son muchas menos las personas que expresan opiniones
que las que las reciben, pues el conjunto de públicos se convierte en una
colección abstracta de individuos que recibe impresiones de los medios de
comunicación. b) Las comunicaciones que prevalecen están tan
organizadas que es difícil o imposible para un individuo responder de forma
inmediata o con algún efecto. c) La realización de la opinión en acción está
controlada por las autoridades, que organizan y controlan los canales de tal
acción. d) La masa no tiene autorización de las instituciones; por el
contrario, agentes de las instituciones autorizadas se incorporan a esta
masa, reduciendo cualquier autonomía que pudiera haber en la formación
de opinión por medio de la discusión (Mills, 1956, p. 304).
Mills también hizo una distinción interesante, en la cual habla de sociedad de
públicos y sociedad de masas:
Este tipo de sociedad está caracterizada porque las personas expresan
tantas opiniones como las que reciben; las comunidades públicas se hallan
organizadas de modo que cualquier opinión manifestada en público pueda
ser comentada de manera inmediata y eficaz. Las opiniones formadas en
esta discusión encuentran salida en una acción efectiva –si es necesario-
contra el sistema de autoridad dominante; las instituciones autoritarias no
penetran en el público, cuyas operaciones son -por lo tanto- más o menos
autónomas. Cuando prevalecen estas condiciones, nos encontramos ante el
modelo activo de una comunidad de públicos, y este modelo encaja
perfectamente con las diversas suposiciones de la teoría democrática
clásica. (Mills, 1956, p. 283).
Pensar la sociedad moderna como sociedad de los públicos implica una
agregación que es fruto de las transformaciones económico-organizativas
producidas por la industrialización, el accionar de nuevas instituciones y el
desarrollo de los intercambios comunicativos. Desde esta perspectiva, el
público puede entenderse como una colectividad mental que se entabla entre
individuos aislados o separados y como una nueva condición que se superpone
a divisiones y agrupamientos existentes y de variado tipo, cuyas definiciones
han sido trasladadas desde los discursos gerenciales al discurso de los
comunicadores, como los denominados grupos primarios, grupos
institucionales y grupos estratégicos. Los principales cambios se registrarán en
los modos de vinculación, activa versus pasiva, de los individuos con los
productos culturales y en los modos de vinculación de los individuos en y con
los diferentes tipos de grupos.
De otro lado, y desde la perspectiva empresarial dominante, el público se
define como un conjunto de individuos que están en condiciones de recibir,
utilizar, consumir lo que le proponen unos ciertos productores, siempre y
cuando cuenten con el tiempo y los recursos materiales para hacerlo y unas
ciertas competencias intelectuales. Sin embargo, si pensamos el público en su
relación con la producción, no sólo estaremos dando cuenta de sus relaciones y actitudes con respecto de los productos y productores de carácter masivo,
sino que necesariamente debemos darle contexto histórico a esa forma de ser,
y relacionarla con otras modalidades del ser en sociedad y con otros actores
sociales.
Retornando al campo de las distinciones, el trabajo de C. Wright Mills
contribuyó a la diferenciación entre público y masa como propio de una
discusión a la luz de los medios de comunicación dominantes. En una sociedad
de públicos, la discusión es el medio de comunicación prevaleciente, mientras
que en una sociedad de masas, el tipo de comunicación dominante es el medio
oficial o privado y los públicos se convierten en simples objetos intercambiables,
es decir, mercancías que se exhiben en un mercado, cuyo mayor difusor son
los mal llamados medios masivos de comunicación.
En la sociedad de masas es mucho menor el número de personas que
expresan una opinión que el de aquellas que la reciben, pues la comunidad
de públicos se convierte en una colección abstracta de individuos que
reciben impresiones proyectadas por los medios de comunicación de
masas; las comunicaciones que prevalecen están organizadas de tal modo
que es difícil o imposible que el individuo pueda replicar enseguida o con
eficacia; la realización de la opinión en la acción está gobernada por
autoridades que organizan y controlan los cauces de dicha acción; la masa
no es independiente de las instituciones -al contrario- los agentes de la
autoridad penetran en la masa, suprimiendo toda autonomía en la formación
de opiniones por medio de la discusión (Mills, 1956. p. 283).
La sociedad de públicos de Mills, cuyo modelo comunicacional era
precisamente el diálogo, degeneró en sociedad de masas o sociedad de la
información.
Una sociedad en que la información sustituye a la comunicación, en que el
monólogo desplaza al diálogo social no es, strictu sensu, una sociedad
democrática, aun cuando mantenga una fachada de tal. Lo que podría
expresarse en términos políticos diciendo que un gobierno sin participación social no es un verdadero gobierno democrático, tal como no hay verdadera
comunicación sin la participación del receptor (Gómez, 1982, p. 191).
Esa sociedad de masas tiene por objetivo la maximización de todo aquello que
abarca. El maximalismo4 se ha tornado en la justificación del quehacer en el
mundo moderno. En pos de ésta, se explotan los recursos naturales; se
comenten excesos en la producción y en el consumo; se privilegia la lógica del
produccionismo y la búsqueda, a cualquier precio, del dinero. La sociedad de
masas es una sociedad que privilegia la forma en lugar del fondo; es una
sociedad del cómo en lugar de preguntarse el porqué; es una sociedad regida
por criterios económico-utilitaristas en detrimento de la misma sociedad en la
que actúa; es una sociedad donde el ser humano, con toda su complejidad,
poco o nada importa; es una sociedad sin posturas éticas, pues todo lo masivo
resulta justificable.
Por un asunto que parece paradojal, la anterior radiografía de la sociedad
masiva, cuyo antecedente inmediato fue la sociedad industrial y ahora se
actualiza en la sociedad de la información, había sido ya diagnosticada por
varios autores, entre ellos Karl Marx. En 1847, Marx escribió el siguiente
fragmento en “La miseria de la Filosofía”:
Hemos entrado en una época en la que todo lo que los hombres venían
considerando como no susceptible de compra-venta se ha convertido en
objeto de tráfico y de intercambio. (...) hay una lucha entre dos potencias,
por decirlo así, inconmensurables, entre lo útil y la opinión, entre el
comprador libre y el productor libre. (...) Una época en la que ni una sola de
las cosas que antes se comunicaban, sin ser objeto de trueque, se daban;
sin ser jamás vendidas, se conquistaban, sin ser jamás compradas: virtud,
amor, convicción, conocimiento, conciencia, etc., no pueden considerarse ya
fuera del negocio. Una época de corrupción general, de venalidad universal,
una época, en fin, recurriendo al vocabulario económico, en la que todo
objeto, sea físico o moral, es llevado con intención comercial al mercado,
parar ser allí estimado en su justo precio (Marx, 1973, pp. 28-29).
4 Esta expresión es abordada por algunos teóricos de la administración y, en particular, por el
argelino Omar Aktouf, que está elaborando un texto en el que se incluye al maximalismo como
uno de los cinco talones de Aquiles de la Administración.
Marx no estaba profetizando, sino que evidenció la sociedad de su época y
desveló la fachada moral de la sociedad capitalista, la de ayer y la de ahora.
Quizás, por ello, uno de los autores más leídos en la sociedad actual sea Karl
Marx. La prohibición que pesaba sobre sus obras y la especie de censura han
sido levantadas. Marx, sin duda alguna, constituye un referente académico
importante para entender gran parte de nuestras paradojas modernas y
posmodernas.
4.3. Tipos de públicos
La investigación de la opinión pública permite desprender que existe un
continuo que va de masa a público. Por ello, resulta lógico abordar los
diferentes tipos de públicos, a través de la mirada de varios autores, así como
de nuestra experiencia como asistente a eventos, conferencias, foros y
seminarios de capacitación de los órdenes local, regional y nacional sobre esta
materia.
Una primera clasificación corresponde a la propuesta desarrollada en el texto
sobre “La opinión pública. Esfera pública y comunicación”, escrito por Vincent
Price. La reseña que aquí se presenta corresponde a un resumen de lo
expresado en dicho texto. Veamos:
• El público en general. Es el que corresponde a aquellos que consideran el
público como la totalidad de la población. Detrás de esta concepción existía
la idea democrática de la inclusión de todos los miembros de la sociedad. El
problema es que de este universo sólo un porcentaje, que varía en el tiempo
y de una sociedad a otra, está interesado e informado de las cuestiones
públicas. Sin embargo, y al decir de Price, es difícil aceptar que toda la
población sea un grupo comprometido en una consideración o discusión
seria de la mayoría de los asuntos. Los puntos de vista dados a los
encuestadores son, a menudo, desorganizados, desconectados, respuestas
individuales, formadas fuera del foro del debate público. En otras palabras,
son opiniones de la masa (Price, 1994, p. 56).
-
El público que vota. Es una de las más comunes consideraciones sobre el
público, y estrechamente ligada a los resultados de las elecciones. Desde
esta concepción, el público que vota representa la forma más significativa y
de mayor visibilidad de la opinión pública en un sistema de democracia
representativa. Pero, el público que vota se constituye en una parte de la
población poco representativa en el caso colombiano. Son múltiples las
evidencias que indican que los electores realizan el acto de votar sin
información e interés en la campaña que los convoca. Lo hacen motivados
por un puesto que les ofrece el candidato de turno o por un mercado, o una
dádiva o dinero. Sin embargo, aquellos que practican la democracia
representativa, a través del derecho de votar, evidencian que el acto de
votar es una clara expresión conductista de la opinión y puede incluso
considerare como una forma de participación en un debate público (si bien
limitado por las alternativas electorales específicas ofrecidas) (Price, 1994,
p. 58).
-
El público atento. Es aquel sector de la ciudadanía que está informado e
interesado en los asuntos públicos y que conforma la audiencia de las elites
públicas. Price, al citar a D. J. Devine, señala cinco medidas para reconocer
al público atento: el interesado en política en general, el interesado en
campañas electorales, el que habla de política, el que se expone a las
noticias políticas de los medios y el que lee sobre política en revistas (Price,
1994, p. 59). En muchos casos, sin embargo, es un público pasivo, aunque
más activo que los anteriores.
-
El público activo. Es un grupo más pequeño, que sale del público atento. Su
compromiso con los asuntos públicos es intenso, incluyendo aspectos
formales de participación política, como informales pero de manera muy
activa (debates y discusiones públicas). Normalmente a este grupo se le
denomina elite , e incluye gente tan variada como líderes políticos,
funcionarios públicos, creadores y legitimadores de opinión, entre otros.
Todos ellos participan y compiten en una suerte de mercado de opinión en
donde buscan conseguir seguidores y conversos. La elite también se refiere
“al estrato de la población relacionado con la política que da estructura al
público”. En este orden de ideas, hay diferentes clases de elites: la de los
líderes políticos o elites políticas; la de los integrantes de grupos selectos de
la población que disfrutan de poderes especiales por su contacto o
familiaridad con el gobierno y que se constituyen en elites burocráticas; los
representantes privados, pero con orientación política que defienden sus
intereses, elites de poder privado, y las elites de las medios de
comunicación que incluyen no sólo a los mal llamados medios masivos de
comunicación, sino también a medios masivos como el Internet, cuyo origen
se remonta a 1969 con la red ARPANET, utilizada por las elites militares5.
El compromiso de este público en asuntos políticos incluye tanto medios
formales de participación política –contribución monetaria, pertenencia
organizativa y asistencia a mítines- como una participación informal muy activa,
tal como discusiones públicas y debates con los demás (Price, 1994, p. 60).
Si bien este último grupo tiene una influencia mayor que el resto (algunos dirán
desproporcionada), merecen la atención de los medios y son los actores de la
comunicación política, no se debe dejar de lado a los espectadores de la
misma, en la medida en que en la interacción de ambos grupos se encuentra la
formación y el impacto de la opinión pública.
La búsqueda del público tiene probabilidades de resultar vana. Equiparar al
público con uno de estos grupos -el público general, el público que vota, el
5 De acuerdo con el módulo de “Herramientas telemáticas”, escrito por Sandra Isabel Arango
Vásquez, Bernardo Arboleda y Carlos Alberto Rico Urrego, y publicado por la Facultad de
Educación de la Fundación Universitaria Luis Amigó, sede Medellín-Colombia, en el 2002, “La
DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency) del Departamento de Defensa de los
Estados Unidos trabajaba en un proyecto de red en 1969, cuyo objetivo era poder construir un
sistema de comunicación entre computadoras que fuera flexible, confiable y que soportara
fallas parciales y pudiera utilizar cualquier tipo de medio y tecnología de transmisión. Así nació
la red ARPANET que conectó en sus comienzos a cuatro grandes computadoras. A principios
de los 80, ARPANET ya conectaba alrededor de 100 equipos. En 1983, ARPANET fue dividida
en MILNET (red del Departamento de Defensa de los Estados Unidos) y el resto destinada a
investigación que conservó el nombre de ARPANET. El término Internet surgió de la sumatoria
de ARPANET y MILNET. El último factor decisivo fue el nacimiento de la red NSFnet (Nacional
Science Fundation) en 1986 para comunicar a la comunidad científica americana a 5 grandes
ordenadores. Ante el impedimento burocrático de usar ARPANET para la comunicación,
decidieron crear su propia red, convirtiéndose en la espina dorsal de la Internet”.
público atento y el público activo- puede oscurecer la contribución de los
otros en el proceso (Price, 1994, p. 64).
De otro lado, y en relación con otros tipos de públicos, la literatura es prolija en
este campo, dado que este vocablo no sólo cuenta con aproximaciones teóricas
y prácticas desde la sociología, sino también desde las relaciones públicas y el
marketing, actividades propias del quehacer del comunicador en la sociedad de
la información.
Desde el punto de vista de la teoría de las relaciones públicas, uno de los
principales públicos para las organizaciones, sean públicas o privadas, son los
stakeholders. Hacia fines de los 70, la bibliografía americana acuñó el término
stakeholders para definir a los grupos cuya conducta colectiva puede influir
directamente en el futuro de la organización, pero que no se encuentran bajo el
control de la misma.
Entre algunas de las múltiples definiciones de stakeholders tenemos:
-
Son grupos con poder real o potencial para influir en las decisiones gerenciales.
-
Son los grupos que tienen interés en la existencia y desarrollo de una empresa.
-
Son los grupos que tienen interés en que la empresa sobreviva. Estos grupos
de interés (personas u organizaciones) pueden afectar o verse afectados por
las decisiones de la empresa de la que están interesados.
-
Todas aquellas personas, grupos, empresas, la comunidad y la sociedad en
cuanto tienen intereses en la existencia y desarrollo de una organización.
-
Un individuo o un grupo de individuos que tienen intereses directos indirectos
en una empresa y que pueden ser afectados en el logro de sus objetivos por las
acciones, decisiones, políticas o prácticas empresariales, ya que éstas tienen
obligación moral con la sociedad y estas obligaciones se conocen como
responsabilidad social empresarial.
Dada la naturaleza estratégica, algunos stakeholders hacen parte de los grupos
de elite de la opinión pública, es decir, corresponden a algunas de las
clasificaciones mencionadas en este capítulo. Al ser parte de la opinión pública
están interesados no sólo en lo que ejecuta y realiza una empresa u
organización hacia el interior, sino hacia el exterior. Asuntos como el patrocinio
a causas sociales, ecológicas o de calidad de vida de la población hacen parte
de las preocupaciones de los stakeholders.
Los stakeholders con intereses directos en niveles internos son los
propietarios, los directivos, los trabajadores y los proveedores. Entre tanto, los
stakeholders con intereses indirectos en niveles externos corresponden a la
Administración Pública, los clientes, los competidores, los defensores de los
clientes, los ecologistas, los grupos con intereses específicos, la comunidad, los
medios de comunicación y la sociedad en general.
Calderón Neyra, al citar a Meter Davis y John Donaldson de la Universidad de
Leicester, (www.gestiopolis.com, página consultada el 3/05/2006) propone siete
principios que deben poseer las empresas para no atentar contra los
stakeholders, a saber:
-
Mutualidad: el derecho fundamental de todos es obtener un beneficio mutuo de
las asociaciones de que formen parte y el derecho a no quedar atado a
cualquier otra asociación que le plantee una desventaja permanente.
- Pluralismo: es el reconocimiento de los derechos de todos los stakeholders y el respeto de la diversidad cultural dentro de la comunidad y que necesita ser aceptada en todas las formas legítimas de la organización.• Autonomía individual: este principio afirma que al individuo ocupado en el servicio, debe delegársele la libertad e independencia como lo permita la dignidad, confianza y solidaridad que une a todos en la comunidad para involucrar a los miembros en la libre dependencia y cooperativismo en las
responsabilidades y obligaciones hacia sus stakeholders y el cumplimiento de
sus propósitos.
-
Justicia distributiva: es el acceso a los medios para la creación de riqueza y una
participación ecuánime, creando una línea con la actividad económica y la
necesidad económica en el empleo e intercambio justo para todos los
participantes y stakeholders de los miembros.
-
Justicia natural: entendida como aquella que se da con las pautas aceptadas en
todos los cuerpos en pro de un tratamiento ecuánime, independiente e imparcial
por parte del gerente o administrador y dentro del proceso de la administración.
-
El centro en las personas: las empresa deben acumular capital para su objetivo
final, pero también para servir mejor a las personas, especialmente en la
administración de recursos y en el crecimiento de las personas.
- El papel múltiple del trabajo: es el reconocimiento de la importancia del trabajo para el bienestar del individuo y la comunidad. Los gerentes tienen una responsabilidad especial de trabajar por el bienestar del individuo y la comunidad a fin de asegurar la calidad de vida laboral en las actividades afectadas por sus decisiones.Los stakeholders también se identifican como públicos que ejercen presión desde el exterior hacia el interior de las empresas. Poseen y tienen intereses y expectativas sobre la organización y se constituyen en actores básicos y esenciales para la organización, toda vez que tienen contacto externo y dominio interno. Los stakeholders tienen tres atributos particulares: poder, legitimidad y urgencia. El poder se define como la habilidad o capacidad para producir un efecto en la empresa. El poder es evidente, ya que son públicos estratégicos para cualquier organización; su poder es determinante, máxime cuando ellos influyen sobre la imagen que proyecta la organización. La legitimidad es la validez percibida de la demanda de un stakeholders. La condición de stakeholders otorga la calidad de líder a quien posee esta categoría de público, así que se convierte, por esencia, en un legitimador no sólo de la empresa, sino
en un legitimador de la opinión pública. Y su influencia es tan determinante para
la actividad de las relaciones públicas de una organización que sus mensajes
adquieren el carácter de urgente para los directivos y empleados de la
organización. La urgencia es el grado de las demandas que exigen una
atención inmediata.
De los tres atributos anteriores, surge otra clasificación o tipología de públicos:
• Públicos latentes. Son aquellos que, sin ser evidentes o visibles, subyacen a la
realidad y prácticas de las organizaciones. Entre los latentes, se encuentran
tres tipologías: los adormecidos, los exigentes y los discrecionales. Los públicos
latentes adormecidos tienen poder, mas no legitimidad ni urgencia; los públicos
latentes exigentes deben ser atendidos con carácter de urgencia, pero no
tienen poder ni legitimidad; y los públicos latentes discrecionales tienen
legitimidad, mas no poder ni urgencia.
• Públicos expectantes. Son aquellos que permanecen atentos y alertas a
cualquier movimiento de la empresa. Al igual que los latentes, los expectantes
tienen tres tipologías: peligrosos, dominantes y dependientes. Los públicos
expectantes peligrosos deben ser atendidos con carácter de urgencia y tienen
poder, pero no legitimidad; los públicos dominantes tienen poder y legitimidad,
pero no deben ser tratados dentro de la categoría de urgente y los públicos
expectantes dependientes tienen legitimidad y urgencia, pero no poder.
Para las organizaciones resulta imperativo definir y priorizar algunos grupos de
stakeholders, dada su influencia e impacto en la esencia misma de los
negocios. Entre estos grupos o públicos tenemos inversores y entidades
financieras, aliados estratégicos y proveedores, administraciones públicas y
entidades estatales de regulación a la actividad empresarial, propietarios y
comunidad de vecinos, sociedad y público en general, clientes internos y
externos y creadores de opinión.
En una sociedad de la información resulta necesario establecer métodos de
comunicación para los stakeholders. Estos métodos no sólo permiten mejorar
los niveles de interrelación, sino que contribuyen a identificar las necesidades y
demandas que la empresa debe satisfacer. Si bien, dichos métodos no son
universales, pues dependen del grupo de stakeholders específicos, resulta
pertinente mencionar algunos de ellos:
-
Encuestas de percepción y de opinión de la gestión y responsabilidad social
dentro del ámbito en que se encuentra involucrada la empresa.
-
Estudios e investigaciones focalizados en temas concretos y en asuntos que
afecten tanto a las empresas como a los stakeholders.
-
Reuniones y encuentros con organizaciones que representen el interés de
los stakeholders, a través de asociaciones y organizaciones no
gubernamentales de los ámbitos de acción donde se mueva la empresa6.
-
Realización de proyectos que involucren a las partes interesadas.
- Publicación del informe de responsabilidad social empresarial, para laspartes interesadas.El tema de la responsabilidad social, de moda en el discurso empresarial, implica algunas consideraciones puntuales. Si bien el tema no es novedoso, es en los últimos años donde ha cobrado importancia. Para los defensores de este discurso administrativo, prescriptivo y en boga, la responsabilidad social ha adquirido mayor importancia, debido a que se ha alejado de su papel filantrópico, para identificarse con un papel que le da cabida a asuntos propios de la generación de competitividad y productividad para las organizaciones. Las prácticas de responsabilidad social empresarial, dicen, no sólo son propias de países desarrollados, sino también en vías de desarrollo y cualquier empresa está en la obligación de desarrollar alguna acción de responsabilidad social respecto a los principales grupos de interés con los que se relaciona, es decir,6 En este sentido, los ámbitos pueden ser de orden local, nacional o internacional. Precisamente, hoy las organizaciones globales tienen una alta presencia en los temas que afecten a la población mundial o en temas candentes que afecten a una población específica.
con trabajadores, clientes, proveedores y la sociedad en general. “La
responsabilidad social no es sólo una obligación social, es además un factor
determinante para la competitividad y sostenibilidad empresarial” (Uribe Mejía,
2007, p. 8).
Para que una empresa sea socialmente responsable, la teoría administrativa
señala que debe trabajar, entre otros, los siguientes aspectos: medio ambiente,
derechos humanos y organización interna, bienes y servicios, dirección y
gobierno corporativo, proveedores y distribuidores y comunidad.
El que una empresa sea socialmente responsable no significa que tenga
plausibles programas de filantropía, tampoco significa que cumpla de
manera estricta con la ley; significa que en el ejercicio de sus negocios se
comporte de manera adecuada, es decir que se preocupe porque: las
relaciones con los accionistas sean transparentes; sus esquemas de
gobernabilidad sean sólidos; sus trabajadores se desempeñen con
satisfacción y bienestar y puedan aumentar su productividad; sus
consumidores satisfagan sus necesidades; el medio ambiente sea
respetado y la comunidad se beneficie de los proyectos empresariales
(Uribe Mejía, 2007, p. 9)
Sin embargo, las empresas no sólo deben trabajar con responsabilidad social,
sino que su naturaleza debe involucrar la responsabilidad social. El problema es
que las organizaciones consideran que este tema es un apéndice de su
actividad y hablan de la responsabilidad social como un acto de buena voluntad
y orientada a realizar una labor altruista en beneficio de los stakeholders. Las
organizaciones deben ser responsables ante la sociedad.
Las organizaciones actuales se enfrentan no sólo a grandes retos, debidos a la
economía libre de mercado7, sino también a retos ante el reconocimiento social
que han perdido por evadir su responsabilidad social. Una definición de
responsabilidad social sugiere reconocer e integrar las preocupaciones sociales
y ambientales en las operaciones de las organizaciones, dando lugar a
7 Economía que no es tan libre y tampoco de mercado, al menos desde la concepción del
pensamiento liberal inglés del siglo XVIII, donde se encuentra el origen de este concepto.
prácticas empresariales que satisfagan dichas preocupaciones y configuren su
relación con sus interlocutores.
Las preocupaciones sociales hacen relación a las prácticas laborales de las
organizaciones, así como al respeto por los derechos humanos, la cooperación
social y el mejoramiento de la calidad de vida de la población directa o
indirectamente relacionada con aquéllas. Entre tanto, las preocupaciones
ambientales se refieren a la puesta en marcha de acciones que contribuyan al
desarrollo sustentable y sostenible, a la eliminación, y no reducción, de
contaminantes, a generar producción limpia que ayude a preservar los recursos
naturales. Un proceso productivo tiene que ser compatible como el ambiente y
debe estar acorde con las expectativas del ser humano, toda vez que también
somos naturaleza.
La responsabilidad social, a la que se le puede agregar el término de
corporativa8, debe apuntar al reconocimiento de la sociedad por el cumplimiento
de los compromisos de las organizaciones con aquélla. La responsabilidad
social corporativa implica un nuevo modelo de gestión que permita que las
organizaciones y las personas obtengan ventajas en sus relaciones. Además de
las ventajas competitivas del discurso gerencial eficientista que coloca como
retos la productividad en mercados globales9, las organizaciones deberán
buscar ventajas competitivas en activos intangibles, y en asuntos cada vez más
locales. Por ejemplo, la ética empresarial y la confianza son activos que rentan
a la hora de establecer relaciones con la comunidad.
La responsabilidad social contribuye a mejorar las relaciones con los
stakeholders, de tal forma que dicha relación sea más duradera y estrecha, con
un clima de confianza mutua y valores compartidos. La responsabilidad social
8 El concepto de corporativa hace referencia al corpus, entendido este último como cuerpo o
como unidad que integra y que podríamos denominar holista. Se sugiere la lectura del texto
“Comunicación corporativa y revolución de los servicios” de Joan Costa, así como al Proyecto
Educativo del Programa de Comunicación y Relaciones Corporativas de la Facultad de
Comunicación de la Universidad de Medellín, Medellín-Colombia.
9 A mi juicio, esto representa una trampa del lenguaje. Uno no puede ser competitivo en un
mundo cuya globalización funciona para unos en detrimento de los otros y cuando se dice de
dientes para afuera que hay que globalizar y abrir los mercados, pero en la práctica se
condicionan los mercados y se protegen intereses de los países que lideran la mal llamada
globalización.
crea sentido de pertenencia, mejora el clima de las organizaciones, facilita las
relaciones con el Estado, crea imagen y reputación a las empresas, consolida
una imagen legítima en los diferentes grupos de interés de las organizaciones.
4.4. Otras clasificaciones de públicos
Para una organización, sea pública o privada, el público representa el otro y se
constituye en un grupo humano con condiciones particulares. “El público, como
un grupo definido y categorizado, existe por la organización y ésta existe para
ellos” (Múnera y Sánchez, 2003, p. 234).
En teoría de públicos, y dada la multiplicidad y complejidad de organizaciones,
es posible hallar un sinnúmero de clasificaciones, tipologías y denominaciones.
Entre ellas, y ante la preocupación de los teóricos norteamericanos por definir y
comprimirlo todo, encontramos la siguiente:
-
Públicos All Issue o públicos activos interesados en todos los temas de la
sociedad.
- Apathetic publics o públicos inactivos en todos los temas de la sociedad.• Single-issue publics o públicos activos en un tema menor de los temas candentes y que concierne a una pequeña parte de la población. En estos temas se incluyen –por ejemplo- la supervivencia de las ballenas o la venta de los niños en países del Tercer Mundo.
• Hot-issue publics o públicos activos en un solo tema candente que afecta a
toda la población mundial y que ha recibido una cobertura mediática.
Ejemplo: el aumento de los precios del petróleo; el conducir en estado de
embriaguez o contaminar el ambiente con desperdicios tóxicos.
Los tipos de públicos son tan amplios como es amplio el número de
organizaciones. Hay públicos organizados y desorganizados, primarios y
secundarios, grandes y pequeños, sensatos e insensatos, formales e
informales, explícitos e implícitos, entre otros. De acuerdo con Harwood Childs,
“teóricamente, el número posible de públicos es el número de grupos de dos o
más individuos que pueden ser seleccionados. La palabra “público” y la palabra
“grupos” son, para todo propósito, prácticas e intercambiables” (Childs, 1965, p.
12), aunque la postura de Childs es discutible, máxime cuando la tendencia
actual es a segmentar y definir los tipos de públicos como parte de las
estrategias fundamentales de una organización.
De las ideas de Childs, se puede considerar que:
-
No hay una entidad como el público, ya que éste es un mito.
-
No hay uno, sino muchos públicos.
-
Los temas crean a sus propios públicos.
-
La naturaleza de una organización suele dictar a sus públicos.
En el primer caso, el público es un mito, se refiere al hecho de que en un país
es difícil hablar del público como una categoría unívoca, pues existen también
varios subpúblicos dentro de los genéricos que se utilizan dentro de un
territorio. Incluso, cuando los políticos, los columnistas de opinión, los
editorialistas utilizan la palabra el público, lo hacen de manera genérica sin
diferenciar y particularizar. El público, por esencia, es amorfo, transitorio, en
constante cambio y compuesto por un número virtualmente infinito de personas.
El hecho de agrupar, por ejemplo, a los 41 millones tres cientos mil
colombianos bajo el término genérico de público significa mitificar el concepto.
En relación con la afirmación de que no hay uno, sino muchos públicos, es
menester establecer que todos pertenecemos al mismo tiempo a un número
casi infinito de públicos. Usted, lector, puede pertenecer a un público de
estudiantes, ciudadano, miembro de un organismo no gubernamental, afiliado a
un club, votante y elector, un fanático del fútbol, un católico, un protestante, un
empresario, un accionista, un empleado, un subempleado10, un trabajador
independiente, uno dependiente, entre otros.
Los temas crean a sus públicos se refiere al hecho de que si bien los públicos
no están en contacto físico directo unos con otros la mayor parte de las veces,
existen ciertas ocasiones donde los públicos forman audiencias. Un público se
puede volver activo en un tema, lo que implica que este tema activa a un
público. Un ejemplo que caracteriza esta situación lo constituye el movimiento
de las Abuelas de la Plaza de Mayo, movimiento que fue creado en 1976, por
las madres argentinas cuyos hijos fueron desaparecidos por la dictadura militar
que gobernó ese país. El 23 de junio de 2006, este movimiento de opinión
pública celebró su trigésimo aniversario en Argentina con el lema “30 años de
vida, venciendo a la muerte”. El movimiento se ha constituido en un caso donde
el tema de las desapariciones creó a dicho público y pese a que Argentina es
una democracia, las Abuelas de la Plaza de Mayo continúan con su lucha, y
semana tras semana, marchan hacia la Plaza de Mayo, al frente de la Casa
Rosada, sede del gobierno argentino, para protestar y exigir al retorno de sus
familiares desaparecidos o, por lo menos, una noticia sobre el lugar donde
reposa su cadáver o bien el castigo a los culpables. Las Abuelas de la Plaza de
Mayo son un ejemplo de hasta dónde la perseverancia y la organización
constituyen un fenómeno mundial de opinión pública. La organización se ha
convertido, por extensión, en defensora de los derechos humanos y cuenta con
su propia página en la red11.
El hecho de que el público se active en relación con un tema específico implica
la posibilidad de que estos públicos pueden unirse o vincularse a otros grupos
con una estructura más institucionalizada. Los temas que los miembros del
público consideran de importancia clave para ellos son aquellos que hacen que
un grupo o público emprenda la acción.
10 Esta categoría de público se ha incrementado en Colombia a raíz de las dificultades de la
economía. Su condición de subempleado hace que sea difícil, si no imposible, que pueda
adquirir y leer este texto, dado los altos costos de los libros en Colombia y a que es prioritario
para alguien que esté subempleado el comer que el comprar un periódico o un libro. El asunto
es de simple supervivencia.
11 Quienes deseen consultar más sobre las abuelas de la Plaza de Mayo, pueden hacerlo en la
página www.abuelas.org.ar.
Y respecto a la afirmación de que la naturaleza de una organización suele dictar
a sus públicos, es preciso señalar que hay distinciones que deberá hacer cada
organización. Cinco grandes distinciones aplicables a la naturaleza de la
organización y a sus públicos son las siguientes:
-
Las organizaciones con metas similares suelen tener públicos similares.
-
La naturaleza única de una organización a menudo puede hacer que sus
públicos sean diferentes a los de las organizaciones que parecen similares a
ella.
-
Entre los públicos, al igual que entre algunas especies del reino animal,
existe la ley del más fuerte.
-
Los públicos cambian a medida que cambian las organizaciones.
- Los públicos latentes deben manejarse con cuidado especial.Otra clasificación de públicos se refiere a públicos presentes y públicos dispersos, planteada por Gerhard Maletzke. Al decir de este autor, la primera se refiere a un número de personas congregadas en un sitio determinado y a una hora determinada que permite que obre sobre ellas un mensaje, de carácter público la mayoría de los casos; y la segunda se refiere a multitudes de gentes que se vuelven hacia mensajes transmitidos por los medios de difusión colectiva.Maletzke distingue dos tipos de atributos en los públicos dispersos: a) los atributos esenciales y b) atributos accidentales. Los primeros son aquellos considerados auténticamente constitutivos de una organización, hacen parte de la razón de la empresa, y los segundos son aquellos que no son absolutamente necesarios para la generación de un público disperso o son más bien efectos inmediatos que resultan de por sí de los atributos esenciales.
Los atributos esenciales son tres: a) presencia de un objeto o foco común de
interés para un número indeterminado de personas: en consecuencia no son
cuerpos sociales duraderos, sino transitorios; b) transmisión de los mensajes a
través de los medios de difusión masiva, no por comunicación personal directa;
y c) sus componentes representan en su totalidad un agregado de individuos
entre sí en el espacio o por grupos relativamente pequeños, reunidos en un
lugar como una familia, los espectadores de una sala de cine o los integrantes
de una empresa.
Los atributos accidentales son cuatro: a) el público disperso es grande; el límite
superior se establecería a partir del alcance del medio del cual se trate, pero el
límite inferior presenta muchas dificultades; b) entre los miembros de un público
disperso no existen normalmente contactos humanos directos, son
recíprocamente anónimos, no se conocen entre ellos; c) el público disperso es
un agregado humano heterogéneo, sus miembros provienen de distintas capas
sociales, viven bajo diversas condiciones, difieren en su nivel de vida, intereses,
actitudes, opiniones, hábitos y experiencias; y d) el público disperso no es ni
estructurado ni organizado, no presenta ninguna especialización de papeles y
no tiene tradición ni costumbres ni reglas de comportamiento ni ritos ni
instituciones.
Obviamente, el público disperso como sujeto de la opinión pública es aquel
cuyo foco común de interés es el sostenimiento de una opinión sobre un
aspecto controversial de la vida pública del cual probablemente ha tomado
conocimiento a través de los canales de difusión colectiva. Este concepto
unificador de los diversos aspectos vistos sobre el público disperso
comprende ya algo de la definición o concepto de opinión pública (Gómez,
1982, p. 105).
En el marco de la teoría situacional, James Grunig desarrolla la idea de que los
públicos que se forman en torno a problemas o temas difieren en el grado en
que son conscientes del problema, y en el grado en que hacen algo respecto
del mismo sobre la base de las variables: reconocimiento del problema,
búsqueda de información, procesamiento de la información, reconocimiento de
las restricciones y limitaciones frente a la situación y nivel de compromiso.
Grunig señala que las organizaciones seleccionan sus mercados, pero los
públicos inciden en las organizaciones. Los públicos son, por su esencia, más
activos que los mercados y después de reconocer que un problema los afecta,
éstos se organizan y pueden, incluso, evolucionar de grupos de interés en
temas candentes (Hot Issue Publics) a los grupos u organizaciones de presión
(Issue Groups to Pressure Organizations) que causan problemas o que se
supone que ayudarán a resolver problemas.
De acuerdo con su teoría, Gruning establece los siguientes tipos de públicos:
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Activos: que virtualmente desafían a las organizaciones en muchos temas
diferentes, con alto reconocimiento de los problemas, con bajo
reconocimiento de sus limitaciones, con alto compromiso y conductas
activas. Este tipo de público suele ocuparse de un solo tema, sólo
atendiendo cuestiones estrictamente personales y de temas que preocupan
a casi toda la población.
- Conscientes: son aquellos que poseen un alto reconocimiento del problema y de sus limitaciones.• Apáticos en todos los temas: que se caracterizan por tener un bajo reconocimiento del problema y bajo compromiso a los cuales no hace falta prestarles atención, excepto por cierto grado de latencia.Grunig amplía esta clasificación y reconoce la existencia de cuatro tipos de públicos:
• En función de su mayor capacidad de reacción, en primer lugar podemos
definir el grupo de los públicos activos, que son los que ante el problema se
organizan para discutirlo y hacer algo.
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Públicos informados que son capaces de detectar el problema aunque no
hagan nada para solucionarlo.
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Los públicos latentes son aquellos que no son capaces de detectar el
problema.
- Los no-público, que serían el grupo de individuos para los cuales las acciones de la organización no tendrían consecuencias, ni las de ellos para la organización.Hay un factor fundamental en este análisis que consiste en que los públicos evolucionan, y los responsables de las relaciones públicas en una organización deben prever cuál será esa evolución ysaber detectar, en forma adecuada, en qué categoría de las cuatro colocan a sus públicos, para evitar errores en el planteamiento de sus estrategias.Grunig, además, señala que existen tres factores que convierten a los públicos latentes en activos:
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El reconocimiento del problema común que comparte un grupo de personas
y que les hace conscientes de la necesidad de conocer más información
acerca de este problema.
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El reconocimiento de las restricciones, que debido a factores externos
limitan a los miembros del grupo a buscar soluciones, pero que puede llevar
a confeccionar planes de acción.
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El nivel de involucración, por el cual, cuanto más involucrados y afectados
por el problema estén los miembros de un grupo, más se comprometerán
en la búsqueda de soluciones y habrá más posibilidades de que conviertan
ese problema en objeto de comunicación.
Una vez identificados los públicos de una organización, Grunig recomienda los
siguientes puntos como determinantes al momento de relacionarse con ellos:
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Cuando tenga un público de baja probabilidad de búsqueda y
procesamiento de información, ello no justifica la aplicación de programa
alguno.
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Si el público es valioso desde sus vínculos posibilitadores, es posible que
sea valioso que tome nota de la información que usted puede brindarle y así
transformarlo en activo.
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Los públicos más pasivos necesitan mucha creatividad en los mensajes.
- Cuando trate con públicos activos, si su organización no se comunica, estosbuscarán la información en otras fuentes.
- Sólo los públicos informados, activos y altamente involucrados pueden mostrar cambios en la cognición, la actitud y la conducta.Además de las propuestas de Gruning sobre categorización de públicos, existen otras. Por ejemplo, Sam Black diferencia entre públicos internos, entre los que se incluirían los empleados (incluso a tiempo parcial), directivos, empleados en prácticas, delegados de sindicatos y directivos y empleados de compañías filiales, y públicos externos. De acuerdo con Black, los externos son más variopintos, incluyendo en esa lista a clientes, proveedores, distribuidores, administraciones públicas, entidades financieras, ecologistas y otros grupos de presión, medios de comunicación, asociaciones profesionales y gremiales, instituciones académicas y de investigación y el público en general (Black, 1994, p. 54).Otros autores como Wilcox, Autt, Agee y Camerón, partiendo de la clasificación de públicos de Grunig, insisten en la necesidad de localizar a los públicos activos de cualquier organización, ya que son los que realmente buscan la
información y jugarán un papel en el resultado final que afectará a la
organización.
Entre los públicos activos que consideran especialmente importantes en su
país de origen, Estados Unidos, estos autores destacan la tercera edad y los
grupos étnicos y minorías. Wilcox, Autt, Agee y Camerón señalan que las
actitudes del público varían, por lo que, teniendo en cuenta las diferencias de
tendencias que cambian con los años, hay una serie de aspectos significativos
para el especialista en relaciones públicas, que son:
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El público está cada vez más orientado hacia lo visual. El enorme impacto
de la televisión en la vida diaria es el principal responsable de la creciente
orientación visual. Estos autores opinan basándose en estudios recientes
que las cadenas locales de televisión son la fuente más fiable de noticias y
las más frecuentemente utilizadas, sustituyendo a los periódicos locales.
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En segundo lugar defienden que otra característica genérica de los públicos
es que en la actualidad se genera un apoyo ferviente para problemas
puntuales. Muchos individuos se implican con tanto celo en la promoción u
oposición de un determinado problema, que pierden el equilibrio social y
político. Dicho comportamiento vehemente puede dar lugar a serios
problemas de relaciones públicas para quien sea objeto de estos ataques.
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Asimismo, se da mucha importancia a las figuras públicas y a los famosos,
que cada vez son usados más a menudo como portavoces de las
organizaciones más variadas y para recaudar fondos.
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También destacan como característica del público la fuerte desconfianza
hacia la autoridad y la sospecha de que existe una conspiración. Por este
motivo, están convencidos de que hacen falta programas de relaciones
públicas para desarrollar un ambiente de confianza justificable y racional.
• En último lugar, señalan que el público internacional se expande con
rapidez en términos de relaciones públicas, refiriéndose a la creciente
presencia de empresas norteamericanas en otros países.
Otra clasificación de públicos es la que realiza Fraser P. Seitel, quien parte de
la definición de públicos de Grunig, y considera que en las relaciones públicas
hay que ser más específico y, en este sentido, los define de forma muy simple
como el grupo de personas con un interés en una cuestión, organización o
idea.
Seitel no acepta la referencia a situaciones problemáticas planteada por Grunig
y sus seguidores a la hora de definir a los públicos y establece cuatro
categorías distintas en las que se podrían clasificar éstos, a saber:
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Internos y externos. Los públicos internos son los que pertenecen a la
organización: superiores, administrativos, directivos, accionistas y Consejo
de Administración y los externos no: prensa, gobierno, profesores,
consumidores, comunidad y proveedores.
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Primarios, secundarios y marginales. Esta categorización distingue a los
públicos en función de la importancia que tienen para la organización,
siendo los primarios los que más la pueden ayudar o perjudicar, y los
marginales los menos importantes.
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Tradicionales y futuros. Esta diferenciación contempla los públicos que son
importantes en la actualidad para la organización, los tradicionales
(empleados, consumidores actuales) y aquellos que pueden serlo en un
futuro (estudiantes, consumidores potenciales).
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Defensores, opositores y no comprometidos. Públicos con distinta visión de
la organización, en función de su cercanía, aceptación o rechazo.
Seitel también establece una clasificación más amplia de públicos, los cuales
pueden ser considerados como públicos clave para una empresa multinacional.
Dichos públicos son: Consejo de administración, familias de empleados,
directivos y superiores, prensa, accionistas, comunidad inversora,
competidores, proveedores, grupos de interés especiales, comunidades de
vecinos, comunidad internacional, bancos y aseguradoras, asociaciones
comerciales, concesionarios y distribuidores, consumidores, legisladores
federales, estatales y locales, autoridades reguladoras, comunidad
académica y sindicatos (Seitel, 2002. pp.16-17).
Si bien clasificar públicos corresponde al nivel de complejidad y particularidad
de cada organización, una de las más comunes, muy utilizada por los
comunicadores, corresponde a públicos internos, externos y mixtos. Los
primeros corresponden a aquellos públicos que están en el interior de la
organización y que comparten y construyen la cultura interna de la
organización. Son contratados para el cumplimiento de propósitos definidos y
en cumplimiento del objeto social de la organización. Los segundos son
aquellos que están por fuera de la organización, pero algunas de sus acciones
pueden ser determinantes para aquélla. Son los públicos con los cuales debe
relacionarse la organización y están representados por el gobierno, la
comunidad, la competencia, entre otros. Y los terceros son aquellos públicos
que aunque no forman parte interna de la organización, es decir, no hacen
parte de la estructura formal directa, ni tampoco son externos totalmente a la
organización, deben ser tratados igual a las dos clasificaciones anteriores. El
caso más típico corresponde a los proveedores que suministran materias
primas esenciales para una organización. “Se trata de públicos que están
oficialmente en otra organización o que sirven simultáneamente a varias
organizaciones” (Múnera y Sánchez, 2003, p. 237). Los públicos mixtos, a su
vez, se dividen en mixtos semi-internos que corresponde a los clientes reales,
los familiares de los empleados, algunos proveedores y distribuidores
exclusivos; y los mixtos semi-externos, que son aquellos clientes ocasionales,
sindicatos y accionistas.
En las organizaciones, además de las clasificaciones anteriores, se consideran
tres clasificaciones adicionales: público estadístico, cuya división se hace en
atención al sexo, la edad, la ocupación, el nivel de ingresos, entre otros; público
funcional, cuya clasificación se realiza en razón a los lazos que los cohesionan
y dirigen hacia metas comunes, tales como una agrupación profesional, una
organización laboral, política o social, y públicos específicos, que son aquellos
que tienen mayor incumbencia en las relaciones públicas y su determinación se
hace en consideración a los siguientes aspectos: clasificación de los públicos
estadísticos y de los públicos funcionales, naturaleza de la organización que se
contempla, esfera de actividad y área de influencia de la organización
seleccionada e interrelación de los factores antes señalados con el problema
específico de las relaciones p úblicas que confronta una organización.
De igual forma, Múnera y Sánchez, que asumen que cada organización debe
realizar su propia clasificación de públicos, proponen una nueva clasificación,
compuesta por cuatro posibilidades: estable, especial, potencial y contingencial.
Se llamará público estable al que tiene un carácter de permanencia, ya sea
interno, externo o mixto. En el caso del público especial, se trata de
personas que adquieren un estatus de preeminencia a la organización y se
les asigna un trato particular que sale de la regularidad o cotidianidad. Se
llama público potencial a quienes realmente no son públicos de la
organización, pero pueden serlo por alguna condición que se encuentra
identificada. El último caso corresponde al público contingencial, es decir, en
cualquier momento alguien puede convertirse de modo transitorio o
momentáneo en cliente de a organización, por causa de una contingencia
que ni el público ni la organización habían previsto anteriormente (Múnera y
Sánchez, 2003, p. 238).
Muy buena información¡
ResponderEliminarSolo me gustaría saber cuáles fueron tus fuentes por favor :(